El desafío de hoy es encontrar un hueco vacío en medio del automatismo, colmada de actividades, de proyectos y de trabajo acumulado.
Todos intentamos recuperar la vida social perdida en estos años de pandemia.
Nos enseñan a trabajar con objetivos claros , específicos, cuantificables y aplicarlos a nuestra vida personal controlando métricamente los resultados sin pensar mínimamente en el estrés que esto nos genera.
Una de las frases más escuchadas: es “no tengo tiempo” y es verdad no hay tiempo, no hay tiempo para lo genuino, ya no cocinamos, ya no vamos al mercado por cosas frescas y si lo hacemos lo hacemos una vez al mes, compramos todo online.
Ver a los amigos o crear un nuevo círculo resulta una misión imposible.
Hacer lo que podemos con las herramientas que tenemos para sobrevivir a la rutina abrumadora está bien pero seamos conscientes que nos estamos perdiendo en el ruido.
Es también una gran verdad que esta falta de tiempo a veces la creamos nosotros mismos con el único fin de escapar, escapar de una realidad que nos agobia, que nos supera y que daríamos todo por cancelarla pero forma parte de nosotros, está ahí esperando el momento ideal para explotar en crisis.
Este continuo hacer, hacer, hacer, nos permite pasar el tiempo sin dedicar un minuto a SER, a hacernos cargo de nuestras emociones, de eso que nos aflige y está genial porque además está socialmente aceptado, estamos produciendo.
No es tarea fácil afrontar este hueco, este vacío, ese momento tan tuyo, tan íntimo, donde ves cara a cara tus verdades ocultas.. tus sombras.
Te sientes traicionada por ti misma, tu mente no para, te hace daño, lo sabes pero no lo puedes controlar, quieres escapar pero no puedes. Estás atrapada en un imán de pensamientos. De verdad es desesperante.
De hecho es una opción muy válida y bastante recurrente huir, huir de tí misma, de tus sentimientos, de tus dolores; colmándote de cosas que hacer, citas de trabajo, salida con amigas, tareas familiares, hasta de series televisivas, todo es válido con tal de NO ESTAR, NO SENTIR, NO VIVIR eso que te quema por dentro y te recuerda que aún no has sanado, aún no has superado y que hay mucho camino por transitar, no obstante todo lo ya hecho.
Sin embargo, es justo ahí el momento de parar, de hacerte preguntas; “¿Qué está ocurriendo? ¿Qué siento? ¿Qué me duele? ¿A dónde me lleva este sentimiento? ¿Qué tengo que ver a través de esto?”
Si comienzas a observarte y a observar tu vida como un espectador descubrirás un poco de tí cada día y dejarás de ver los tropiezos como fracasos, aprendiendo de ellos sabiendo que todo lo que pasa es lo mejor que pudo pasar.
Entendamos que no hacer nada es también hacer algo y algo precioso, no es fácil y requiere tiempo ponerlo en práctica pero muchas veces es justo lo que nos falta para dar ese empujón, para tener más claridad, para poner orden a las cosas.
Abracemos las dificultades con amor, es ahí cuando trasciendes.
Con cariño,
Ade